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Hay que apostar a la fe en el pueblo y en especial hacia las nuevas generaciones

Por Roy Stauber

La fe y el pueblo son dos conceptos muy despreciados en estos momentos de crisis generalizada, pero justo su combinación con la adecuada dirección mental puede dar salida evolutiva a esa crisis.

El pueblo está considerado, en el mejor de los casos, como masa para dirigir “por su bien”, o mejor dicho para manipular. De manera que se considera que el pueblo, y en especial las nuevas generaciones, no tiene conciencia sino le vale todo, se mueve por puros intereses propios, por el consumismo, por el egoísmo, por el narcisismo, etc. se justifica que se tiene que decidir desde los elegidos, o sea desde las cúpulas políticas, económicas, intelectuales, religiosas para el supuesto “bien” de todos. Esa visión más y más cristalizada como paradigma se toma como justificación para decidir sobre la gente, para el autoritarismo (no importa si viene de la derecha o de la izquierda), para mantener un sistema de desigualdad económico asfixiante, para limitar o desarmar la democracia, etc. No es un concepto de la derecha, sino se encuentra por igual en la izquierda o en movimientos ecologistas y con el avance de ese autoritarismo nos dirigimos mundialmente hacia un crecimiento alarmante del fascismo y de propuestas que se creía que ya pertenecían a la historia del pasado.

La fe se considera en general como algo que pertenece a las religiones, a los fanáticos, para los ingenuos. Aunque ya se terminó la época del racionalismo y estamos en plena desilusión, se queda ese arrastre de descalificar todo lo que no está relacionado con el método rígido y muy limitado de causa-efecto. Aunque sabemos que la fe tiene una fuerza impresionante, puede mover montañas, y que la fe es una de las fuerzas principales que movían y siguen moviendo la historia humana, se considera desde las cúpulas como morfina para la gente.

¿Pero cómo se puede tener fe en el pueblo? La fe se basa siempre en una experiencia, sea real o imaginaria. Si tengo fe en dios es porque tenía en algún momento una experiencia real o imaginaria con lo que experimento o creo como dios. Para tener fe en el pueblo se necesita igual de una experiencia de que ese pueblo puede cambiar y que tiene la capacidad de moverse en una dirección evolutiva e interesante. La mejor manera para conectar con esa experiencia es en uno mismo, de hacer ese cambio en uno mismo, de ir personalmente con las acciones en esa dirección mental. Desde la experiencia de la vida propia evolutiva se puede proyectar y tener fe en el mismo cambio hacia todo el pueblo.

Si comenzamos a cambiar nuestra perspectiva y consideramos al pueblo y a los seres humanos en general, no como problema sino como solución, cambia todo. Ya no nos quedamos con las quejas de que no entienden nada, como si todos tuvieran que entender que mi punto de vista o mi ejemplo es lo máximo sino empezamos a ayudar a la gente a subir su nivel de conciencia, a entender más contextos, a incluirlos a participar en la construcción del futuro, en esencia a capacitar y a despertar. Seguro que muchas personas no harán lo que yo espero, sino van a probar otros caminos, otras alternativas, y eso es justo lo que nos garantiza seguir con la evolución de la humanidad. La evolución de la vida en general, no sólo de la vida humana, se desarrolla siempre por la diversidad y no por la uniformación.

¿Y de dónde tomamos la energía, la fuerza que nos permite mover permanentemente nuestras fijaciones en que yo tengo la razón? Aquí nos apoyamos justamente en la fe, esa fuerza milenaria que nos llevó hasta aquí y nos llevará mucho más lejos. La fuerza de la razón está en crisis, ya se contradice demasiado y la gente busca de todas maneras por los reemplazos a la razón: en supersticiones, esoterismo, misticismos, etc.

El problema de la fe no está en sí mismo, sino en la dirección. Si usamos la fe en direcciones mentales de destrucción, de someternos a intereses de los de arriba, seguro que no iremos en la dirección de liberación de la mente humana. Pero si direccionamos la fe hacia el bien mayor que existe en la sociedad de hoy, hacia el pueblo, hacia todos los seres humanos incluyendo su entorno social, ecológico y natural, en ese caso seguramente se avanzará hacia el despertar de la conciencia humana, hacia una sociedad más humana e integral con su entorno.

Y tomando en cuento que siempre las nuevas generaciones son el motor de la historia vale la pena hacer el esfuerzo no ingenuo de depositar toda nuestra fe en ellos y en el pueblo.